jueves, 9 de febrero de 2012

La amada

Soy morena pero hermosa,
muchachas de Jerusalén,
como las tiendas de Quedar,
como las lonas de Salmá.
No os fijéis en mi tez morena,
pues el sol me ha bronceado.
Mis hermanos se enfadaron conmigo;
me pusieron a guardar las viñas.
¡Y mi propia viña no la guardé!
Dime, amado mío, dónde pastoreas,
dónde sesteas al mediodía,
para que no sea como una errante,
tras los rebaños de tus compañeros.

El coro

Si no lo sabes por ti misma,
la más bella de las mujeres,
sigue las huellas del rebaño,
y lleva a pacer tus cabritillas
junto a las chozas de los pastores.

El amado

Te comparo, amada mía,
a la yegua de la carroza del Faraón.
¡Bellos son tus flancos oscilantes,
y bello tu cuello entre collares!
Te haremos collarines de oro
con engastes de plata.

Dúo

Mientras el rey yacía en su diván,
mi nardo exhalaba su perfume.
Bolsita de mirra es mi amado para mí:
entre mis pechos descansa.
Es mi amado para mí un manojito de alheña
en las viñas de Engadí

¡Qué bella eres, amada mía,
qué bella eres!
¡Palomas son tus ojos!

¡Qué bello eres, amado mío,
cuán delicioso!
¡Y nuestro lecho es frondoso!
El techado de nuestra casa es de cedro;
y nuestro artesonado, de enebro.
***
Soy un narciso de la llanura,
una rosa de los valles.

Como rosa entre espinas
es mi amada entre las mozas.

Como manzano entre árboles silvestres
es mi amado entre los mozos.
Desearía yacer a su sombra,
pues su fruto me es dulce al paladar.
Me llevó al banquete,
y enarboló sobre sí la bandera de su amor.
Tendedme entre las tortas de pasa,
recostadme entre las manzanas,
porque estoy enferma de amor.
Su izquierda bajo mi cabeza,
y su diestra me abraza.

Os conjuro, muchachas de Jerusalén,
por las gacelas y las ciervas del campo,
que no despertéis ni desveléis a la amada
hasta que ella quiera.
Antonio González, Profesor de Lengua Castellana y Literatura

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